¿Y si Trump está provocando voluntariamente una caída bursátil?

Mejor explotarla con cuidado que dejar que explote sin control.

Donald Trump ha roto con su pasado reciente. El presidente que celebraba en cada mitin los máximos históricos del S&P 500 y el Nasdaq, y que convirtió el buen comportamiento de Wall Street en símbolo de su gestión económica, ahora reniega del cortoplacismo bursátil. En su segundo mandato, el mensaje es claro: se acabaron los estímulos fáciles y el soporte incondicional al mercado.

Una “desintoxicación” para la economía estadounidense

El nuevo enfoque, impulsado por Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, tiene nombre propio: “desintoxicación económica”. Según Bessent, “el mercado y la economía se han vuelto adictos al gasto gubernamental excesivo y vamos a pasar por un periodo de desintoxicación”. Esta declaración, calificada de “bomba” por varios analistas, ha encendido todas las alarmas en los mercados. La señal es inequívoca: la Casa Blanca está dispuesta a retirar el soporte fiscal que durante años ha mantenido la economía estadounidense a flote, incluso a costa de provocar una recesión controlada.

Trump apuesta por el largo plazo (y lo dice mirando a China)

Más allá de la fraseología contundente, Trump ha dejado claras sus intenciones. En un reciente discurso, aseguró que “hay que dejar de pensar trimestre a trimestre y empezar a pensar como China, a 100 años vista”. Un cambio radical respecto a su primer mandato, en el que negaba cualquier posibilidad de debilidad económica y rechazaba abiertamente la idea de una recesión.

Ahora, sin embargo, el propio presidente no descarta un enfriamiento de la economía. Incluso plantea que un ajuste ordenado podría ser necesario para evitar un colapso futuro. “Es mejor pinchar el globo de forma controlada que esperar a una explosión caótica”, resumen desde su equipo económico.

La lógica detrás de una estrategia de alto riesgo

¿Por qué un presidente que busca un legado de éxito aceptaría un colapso bursátil en pleno mandato? La respuesta está en una lectura pragmática del actual ciclo económico. Según varios estudios, Wall Street presenta valoraciones históricamente elevadas, con un ratio precio-beneficio (PER) de las grandes tecnológicas disparado y una deuda corporativa en niveles récord.

El diagnóstico es claro: la burbuja tiene poco recorrido y prolongarla con estímulos fiscales o monetarios podría resultar peligroso. Trump y Bessent consideran que provocar una corrección controlada ahora permitirá reconstruir una economía más sólida y menos dependiente del gasto público y los estímulos de la Reserva Federal. El objetivo es una economía competitiva y sostenible a largo plazo, aunque el precio sea un periodo de dolor en el corto plazo.

Los mercados ya descuentan el nuevo enfoque

Los primeros síntomas de esta estrategia ya se perciben en caídas generalizadas en los índices bursátiles. Inversores de todo el mundo han reaccionado con inquietud ante el giro de la política económica estadounidense. Pero los movimientos de la administración Trump sugieren que esto es solo el principio de un plan cuidadosamente orquestado.

Si funciona, Estados Unidos podría salir reforzado con una economía más robusta y menos expuesta a los vaivenes del gasto público. Pero si se gestiona mal, el riesgo es una recesión profunda que empañe el legado de Trump.

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