Si te has cambiado a un trabajo con mejor salario pero al final del mes ahorras igual o menos que antes, que sepas que es algo normal y no es que tengas un agujero en el bolsillo, pero… ¿Cómo puede ser? Esto se puede explicar a través de la teoría del gasto creciente.
Esta teoría sugiere que tus gastos tienden a incrementarse casi al mismo ritmo que tus ingresos. Es común que, al ver aumentadas nuestras posibilidades económicas, empecemos a gastar más. Tal vez ahora te mudes a un lugar más espacioso, te des algún lujo que antes no considerabas o te suscribas a servicios que antes no podías permitirte. Así, aunque tus ingresos suban, no necesariamente ahorras más, ya que tus gastos también aumentan.
Para evitar caer en esta trampa del gasto creciente, es importante adoptar ciertas prácticas financieras:
- Preahorro: Antes de empezar a gastar, aparta una porción de tus ingresos. Si ganas más, aumenta también la cantidad que ahorras.
- Cuenta de ahorros: Es útil para mantener tu dinero menos accesible y así evitar gastos impulsivos.
- Organiza tus gastos: Sepáralos en categorías como gastos fijos esenciales (hipoteca, renta), variables necesarios (comida, ropa, servicios básicos) y discrecionales (salir a cenar, cine, viajes). Esto te ayudará a saber dónde recortar si es necesario.
- Cuidado con los gastos pequeños: Esos gastos diarios y casi imperceptibles pueden sumar una cantidad significativa al final del mes.
- Replantea tus objetivos financieros: Si tus ingresos aumentaron, piensa en nuevas metas. Quizás puedas invertir una parte de tus ahorros para obtener mayores rendimientos o ahorrar para objetivos a largo plazo como un viaje especial o cambiar de casa.
En resumen, es esencial ser consciente de cómo tus hábitos de gasto pueden cambiar con un aumento de ingresos y tomar medidas para asegurar que tu ahorro crezca en proporción a tus ganancias